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martes, 15 de julio de 2014

Kakistocracias. Kakistos humanos.

La importancia


y trascendencia de lo que se expone, tiene más que ver con la entidad de quien

lo hace, que con la intención de lo dicho.





Cualquier lógica


por más racional que parezca, pierde sentido dicha por portadores de mas


prontuario que méritos, con mas intencionalidad que desprendimientos y una vida

fundada en dobles y contrasentidos.





Cualquier


verdad se convierte en un calidoscopio contra metafísico, en bocas como la de


Massa, Moyano, Macri. Carrio, Menem, Cobos, Biondini, Lanata, Grondona, Leuco,

Jacobo o Súller.





Entonces,


por carácter transitivo es razón interpretar que los integrantes de la sociedad


que convierten en dogmas lo dicho por personajes carentes de la ética necesaria


para dar veracidad a sus citas, son también carecientes aunque el grado menor


debería de depender de una mayor dosis de escrúpulos que lo expongan demasiado

evidente.





Tengo una


lista de comprometidos contactos y aun en las antípodas del pensamiento, no


puedo más que respetar lo que cuentan, emiten o exponen, porque aun confundidos


o equivocados, sé, que desde su honestidad intelectual tienen la credibilidad

que sella el ser integro.





Entiendo también


que deben de estar prestos también para hacerme entender cuando soy el

equivocado o carezco de información total o veraz.





Soy libre de


dar entidad de acuerdo a mi código personal de valores y siempre en los


primeros lugares de ese código estarán compromiso con lo humano, honestidad

intelectual y un valiente desinterés.





Esto no te


lo dan ni la intelectualidad, ni los títulos y capacitación, siquiera la


acumulación de libros en tu biblioteca. Seguramente ayudara a acercar, pero no


lo define. La definición está en la proporcionalidad opuesta entre frivolidad

materialista y el desprendimiento por lo humano.





Cuando un


medico deja de interpretar la función humanística de su profesión vocacional,


por hacer plata, lograr un posicionamiento social y llega tarde a su turno a

sabiendas de que personas con dolor necesitan de su capacitada soberbia.





Cuando un


abogado entiende su profesión como trafícate de influencias, asesor de


delincuentes o un juego de capacidades técnicas, más que la vocación por la


verdad y la justicia, la vigilia del derecho y la obligación con el destino de

personas inocentes en sus naipes marcados.





Cuando un


maestro convierte deforma su imagen que da forma y moldea educaciones, en una


pelea por recaudar desde el sin respeto, y aun con razones suficientes, muta el


razonar por la falta de educación desde la exposición, la contestación o solo


la conducción social, olvidando el lugar que se ocupa y porque se quiso ocupar.








Cuando un


titulo, un doctorado, una ocupación o cargo, en sí mismos, valen más que la

entidad de quien los porta…, ya no se vuelve.

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